
En 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) catalogó el abuso de los videojuegos como un trastorno presente en nuestra sociedad.
La cantidad de videojuegos en el mercado, los múltiples dispositivos tecnológicos disponibles y la psicología del consumo que hay detrás de estos han hecho que los videojuegos se hayan posicionado como uno de los pasatiempos favoritos, incluso único, de los adolescentes. Este auge de variedad y acceso viene acompañado de un nuevo problema social, la dependencia a los videojuegos.
Para que algo se considere adictivo deben cumplirse unos criterios esenciales:
Aunque les causas, síntomas y posteriores tratamientos pueden ser diferentes a lo que estamos acostumbrados, como por ejemplo las drogas o apuestas, todos coinciden en el refuerzo del sistema de recompensa de nuestro cerebro.
Los videojuegos alteran esta vía de recompensa a través de su diseño, pues recompensan al jugador con regalos, nuevos retos o nuevas dimensiones del juego al completar pruebas y retos. Además, este curso de recompensas viene marcado por una curva de dificultad que hace que cada vez sea más difícil avanzar, pero también se aprenda el juego a nivel experto. Es por eso que esta dinámica de dificultad, recompensas y entrenamientos atrapa al jugador consiguiendo que el juego ocupe sus pensamientos mientras no está jugando, pensando que durante ese tiempo podría estar practicando, mejorando y consiguiendo las recompensas.
Es común que las personas que dependen del videojuego dejen de lado actividades de la vida diaria provocando una alteración en su rutina o en compromisos. La principal alteración es que sacrifiquen horas de sueño, otros ocios, horas de relaciones intersociales con amigos y familia o incluso horas reservadas para la higiene y cuidado autopersonal.
La persona dedica tal cantidad de horas al juego y está tan centrada en la partida o reto que puede no darse cuenta del tiempo que lleva jugando. Con el paso del tiempo puede incluso restarle importancia a la cantidad de horas que una persona no dependiente vería como excesivas.
Es uno de los factores claves, la persona deja de lado las relaciones interpersonales y se cierra a crear de nuevas, pues se aísla, comúnmente en su habitación, a jugar. Aun así, las personas dependientes pueden negarlo argumentando que tienen relación con las personas con las que juega, ya que muchos de los videojuegos son en línea o multijugadores, es decir, conecta a varios jugadores en una misma partida, permitiendo que formen equipos y puedan conversar entre ellos.
La cantidad de horas que dedica la persona a jugar se ven reflejadas comúnmente en los resultados académicos pues se sacrifican horas de estudio y de deberes, además de un buen descanso, alimentación y rutina saludable.
Por último, si usted o alguien cercano se encuentra en esta situación, no olvides pedir ayuda a profesionales, psicólogos, pediatras, la escuela… y ten en cuenta que no todo consumo de videojuegos lleva a una dependencia.
Si bien están diseñados para que no se deje de jugar, la solución no es prohibir su uso total, sino que debemos ser consientes entre las diferencias de ser un pasatiempo u ocupar todo nuestro tiempo, siendo un riesgo de abuso y que puede generar dependencia en perfiles más vulnerables.