
El duelo es un proceso natural que experimentamos cuando sufrimos una pérdida importante. Todo tipo de duelo se conforma por varias etapas, aunque cada proceso va a ser personal e individual y no todas las personas necesariamente deben pasar por cada una de las etapas ni seguir una secuencia concreta. En el artículo “Procesos de Duelo: Concepto y Fases”, publicado en este mismo blog, se profundiza más en estas, así como se expone el concepto de duelo patológico, es decir, aquellos casos en que la persona no consigue resolver el duelo de una forma natural, alargándose en el tiempo y pudiendo desembocar en episodios de depresión y/o ansiedad.
No obstante, existe otro concepto relacionado con el duelo, este es el duelo anticipado. Cuando hablamos de duelo anticipado nos referimos a aquellas reacciones de duelo por la pérdida de un ser querido que se dan antes de que el fallecimiento haya tenido lugar. Es decir, sería ese dolor anticipado que sufrimos ante la amenaza de muerte de un ser querido.
Cuando tenemos la posibilidad de anticipar la muerte, nos vemos envueltos por muchas operaciones o procesos. De este modo, no solo nos veremos afectados por la pena y el dolor comunes en cualquier proceso de duelo, sino que la anticipación implica el reconocimiento y aceptación de la pérdida futura, una reorganización individual y familiar (roles, asuntos inconclusos o por resolver antes del fallecimiento), y un lento desapego, así como intentar facilitar la muerte para que sea apropiada y digna.
Por ello, esta anticipación puede ser positiva, ya que tenemos la posibilidad de prepararnos para esa pérdida, resolver los asuntos pendientes que podamos tener con el familiar enfermo y despedirnos de él o ella. Así, en el duelo anticipado nos encontraremos con un proceso de duelo normal, pero que lleva inherente algunas tareas que nos permiten adaptarnos a esa muerte (Lebow, 1976). Estas serían:
No obstante, igual que sucede con cualquier duelo, no hay una forma fija e invariable de sufrir o pasar por este, así, cuando hablamos de anticipación, debemos tener en cuenta diversas variables que influirán (Rando, 1986):
En resumen, anticiparse a la pérdida de un ser querido puede tener aspectos positivos -tales como el poder despedirse y resolver los asuntos pendientes que ya hemos mencionado- y debido a esto se puede dar una mejor resolución al duelo una vez el familiar ha muerto. De hecho, un estudio de Moss, Moss, Rubinstein y Resch (1993) encontró que aquellos cuidadores ocasionales (no pasaban mucho tiempo con el paciente) tenían mayores niveles de duelo que los cuidadores principales (pasaban la mayor parte del día con el paciente) una vez este había muerto. Es decir, vemos que los cuidadores más implicados pueden resolver mejor el duelo, probablemente gracias a estos aspectos positivos que hemos comentado. No obstante, cuando hablamos de demencias, tales como Alzheimer, este proceso se complica y puede llegar a perdurar a lo largo de los años que dure la demencia. Esto se debe a que las demencias tienen un proceso lento y progresivo y, por tanto, el cuidador principal va a tener que hacer frente a las constantes pérdidas de la personalidad del enfermo, es decir, se está produciendo una “pérdida relacional” antes de la muerte física. Además, en estos casos, a medida que avance la enfermedad, el paciente necesitará unos cuidados cada vez mayores y el cuidador deberá estar más implicado, llegando a pasar, en las últimas etapas de la demencia, las 24 horas con el paciente, sacrificando su tiempo libre y tiempo “para sí mismo”. Así, se crea una dependencia mutua entre cuidador y enfermo, cosa que hará más difícil sobrellevar este proceso, siendo una experiencia desesperanzadora y atemorizante para el cuidador. Así, en estos casos, la probabilidad de desarrollar estrés, ansiedad y/o síntomas depresivos es más alta.
En conclusión, aunque puede haber situaciones más delicadas y especialmente duras de sobrellevar para los familiares y cuidadores -como el caso de las demencias-, el duelo es siempre un proceso difícil y duro, y que suele conllevar unos sentimientos y emociones comunes en la mayoría de casos. Por ello, es fundamental el apoyo y ayuda a estas familias. Una posibilidad es darles la oportunidad de tener contacto con otras familias que pasan por situaciones similares, de este modo les estamos dando un espacio donde pueden expresarse y sentirse realmente acompañados y entendidos. Asimismo, cuando sea necesario, estas familias deben tener la posibilidad de un acompañamiento terapéutico, para ello resultan muy útiles los servicios de ayuda terapéutica telefónica.
Natàlia Carbonell. Equipo de psicologia de Dependentia